Comprar libros

[Uno]
4.05 de la madrugada del sábado. Voy caminando por una calle ultracéntrica iluminada por la luz del alumbrado público. Estoy cerca de Casa de Gobierno, que en Entre Ríos, le dicen Casa Gris. La humedad un poco me lleva hasta mi casa. Es otoño. Unos policías en 4x4 paran justo frente al rojo de un semáforo. Siempre miro las caras de los canas. Ello, a veces, devuelven la atención. Miro el piso, también, para comparar un poco, y me encuentro con un papel medio gris; lo pateo y advierto que son 50 pesos algo dañados. Son 50 pesos, al fin, pienso. Le mando un mensaje a mi chica, le digo que se los voy a regalar cuando despertemos. No responde.

[Dos]
Bastantes horas antes de la fortuna, antes de trabajar, salí ilusionado con comprar libros. En realidad, planeaba comprar uno solo: Horla City de Fabián Andrés Casas, el poeta vivo más zarpado de este sector del planeta. Digo que es zarpado y me la banco; sé que podría ser más sutil con mis reflexiones y análisis sobre la obra de este hincha de San Lorenzo, pero no tengo ganas. Lo único claro es lo siguiente: los poemas de Casas tienen el mejor tono del mundo.

[Tres]
Entro a una librería de la famosa cadena sabiendo que el libro no estará en los estantes ni en ningún otro rincón del lugar. Igual pregunto por su paradero y me dan la noticia y me dicen “lo podemos encargar”. Le respondo “bueno” y salgo puteando por dentro, así la chica librera no se ofende.

[Cuatro]
Hace un año, o menos, comprábamos esos objetos raros que son los libros en una librería muy bonita llamada “Correveidile”. Estaba buenísimo: podíamos adquirir las cosas, a pagar a largo plazo y todo estaba bien. Siempre recuerdo que al mexicano Juan Villoro lo impacta que en Argentina se compren los libros en cuotas, como una heladera, como un lavarropas. Con la Corre estábamos alegres, los libreros eran muy copados. Pero ya no la tenemos y la extrañamos una barbaridad, maldita sea. A veces siento, en otros lugares, el olor típico de esa librería y me da una nostalgia tremenda.

[Cinco]
Cuando compro un libro me pongo pelotudo. El olor, las tapas, el diseño, su costura, el texto de la contratapa. Siempre, mi hermano me taladra la cabeza con dos detalles: que estén cosidos, que no tengan tapa dura. Y medio que ya me convenció de ello y trato de prestar atención a esas dos cuestiones. Igual, salvo excepciones, nunca vienen encuadernados.


[Seis]
Desde mi laburo llamo a otra librería para ver si Horla City de Fabi Casas efectivamente está. Me dicen que aguarde y luego me responden sí, lo tenemos. Entonces le digo bueno quizás pase en un ratito. A los 2 minutos el libro es mío. Cuando salgo de la librería, me lo encuentro a Maxi y charlamos un ratito de unas cuestiones y le comento de la nueva adquisición. Mientras charlamos, veo pasar a un chica recontra bonita, que tiene una onda avasallante. Cuando me di vuelta, ya la había perdido de vista.

[Siete]
Está a punto de llover. Ahora me voy a tirar en la cama a leer algunos poemas y a esperar que los asuntos diarios se acomoden un poco. Eso funciona.

2 comentarios:

Manuel Hazan dijo...

http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2010/05/11/_-02194153.htm
Entrevista a FC, supongo la leiste... es muy linda la nota. Me quedo con esta frase: "Ahí empecé a sentir por primera vez que la literatura es algo colectivo, que no escribís vos solo. En un momento se empezó a tejer la idea de que alguien estaba escribiendo un libro y era yo, pero había algo también que me hacia escaparme de la individuación estúpida. Lo estaba escribiendo yo, pero era parte de todos".

Saludos!

ricardo daniel piña dijo...

Me encanta el manejo de los tiempos. Aceleración, luego marcha, luego paso, marcha, paso, aceleración... los cambios en los tiempos muestra a/tención extrema en tu escritura, Manu. Es perfecto.