Me acuerdo cuando me creía que era el Enzo.
En los partiditos del polideportivo yo volaba por los aires como el uruguayo
y miraba al cielo, como él, gritando los goles.
Cómo él, paraba de pecho la pelota y observaba alrededor
procurando pasarla al jugador más cercano. Aunque a veces, confieso,
buscaba el ángulo más lejano del arquero, sólo pa que se revuelque.
Todos sabían que a mi me gustaba el Enzo.
Me acuerdo cuando me compré la camiseta original de riverpleit.
A los partiditos del poli yo la llevaba y más me parecía al Príncipe.
Veía sus goles por televisión para ver cómo le hablaba a la pelota
y para escuchar qué les decía a todos con su cuerpo.
Festejaban los árbitros cuando el Flaco metía tremendos goles
y gritaban ¡uruguayo, uruguayo! los hinchas de la banda.
Todas las noches, escuchando los relatos de Víctor Hugo,
me dormía con lágrimas soñando ser Francescoli.
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