Un día de ovnis [Celia García]

Un día soleado no tiene por qué amenazarte con que algo malo va a pasar.
Hace un año atrás, el sol radiante motivó a que mis hermanas, mis cuñados y yo decidiéramos salir a comer sanguchitos al parque, como si necesitáramos de aventuras.
Después de que atacáramos vorazmente las provisiones, prendimos la cámara de fotos para retratar esa tarde y poder rescatarla de la memoria cada vez que lo necesitemos.
Pero lo importante fue lo que sucedió días después. En camino a la facultad, recibo un mensaje de uno de mis cuñados. Las palabras estaban llenas de alarma: “Hice zoom a una foto que nos sacamos en el parque, y justo encima de nuestras cabezas, aparece un platillo volador. Estoy re cagado.”
Me puse a pensar. Últimamente, había estado obsesionado con el tema de los extraterrestres, pero de ahí a eso... ¿Finalmente había conseguido pruebas? Confieso que por un instante me contagió el susto, porque él siempre tuvo la particularidad de no saber actuar para hacer bromas y casi nunca las hacía. Lo que me dio a entender que si daba una noticia como esa, por algo iba a ser.
Seguía pensando. En Entre Ríos hay una larga tradición de avistamientos. La localidad de Victoria ha sido el escenario donde más personas dicen haber visto objetos voladores no identificados. Tanto es así que existe un museo del OVNI, donde su directora, Silvia Pérez Simondini, recopila todas sus investigaciones. Ciento doce kilómetros más al norte, en Paraná, la capital de la provincia, medios de comunicación hicieron circular en octubre de 2008 una foto donde se podía ver, sobre el fondo celeste del cielo y muy cerca del hotel cuatro estrellas más famoso de la ciudad, una mancha ovalada de color oscuro que no se podía reconocer.
Por lo pronto, ya se había instalado el tema en la familia y la siguiente reunión que tuvimos estuvo dedicada a opinar si esa figura en la foto correspondía o no a un platillo volador. Algunos descreídos no paraban de hacer chistes a mi cuñado, que siempre fue miedoso con las cosas que lo sobrepasan, pero no faltaban los amigos -porque a cierta altura el debate se había extendido a todo su círculo cercano- que lo defendían y que dejaban cierto lugar a la duda. El acusado, declarado investigador amateur de archivos en internet sobre el tema, exponía el argumento más fuerte que sostenía la hipótesis: los OVNIs aparecen cerca del agua.
Lo cierto era que haciendo clicks sucesivos en la lupita que expande la imagen, la pantalla mostraba una figura gris con la típica forma de naves alienígenas que aparecen en las películas hollywodenses. ¿Entonces eran ciertas todas las historias que nos contaron?
A esa altura, mi mente divagaba. Hubo generaciones enteras que fantasearon con el espacio. No se ha demostrado si realmente existe vida en otros planetas. Tampoco sabremos si este tema fue instalado en la opinión pública para ocultar secretos de estado. Mi mamá decía que cuando era chica quería convertirse en astronauta. Cada vez que miro al cielo de noche, me siento muy pequeña.
En fin, lo único que sé es que mi cuñado sacó la foto de Facebook, para evitar el pánico y el caos mundial.

Un camiseta azul y roja

1.
Es fines de noviembre. Está por largarse una tormenta que parece feroz. Hace varios días que no llueve en la ciudad. Los días amarillos ya comenzaban a poner histéricos a los que no tenemos pileta en el fondo de nuestras casas ni aire acondicionado en las habitaciones. Empezábamos a no poder pensar cosas básicas por culpa del ardor de la naturaleza.

2.
Jugar al fútbol bajo la lluvia de verano es una experiencia trascendental. Pienso que todos los pibes deberían poder hacerlo antes de quemar la adolescencia, por lo menos. Tirarse en el barro para despejar una pelota o atajar un tiro al ángulo y caer sobre un charco marrón evita años de psicoanálisis, te convierte en un vicioso del arte y te predispone a pensar críticamente los discursos políticos.

3.
Pero no todo es tan bello y agradable. Arruinar una camiseta de fútbol con barro puede ser una situación horrible. Una vez me arrojé al piso para quitar una bocha y en el desliz barrial pinté de verde y negro una casaca trucha de la Lazio de Italia comprada en Balcarce hace 10 años. Creí que era el fin de mi relación con el fútbol por culpa de ese suceso. Al lavarla, zafé de un trauma mayor viendo que la mancha no era letal.

4.
Año a año me compro camisetas no originales del fútbol argentino y mundial. Mi boicot a las grandes marcas es falso: en realidad no tengo plata para comprarme la vestimenta verdadera de cada club. De todos modos, creo que no me compraría una remera de 400 pesos que en algunos casos puede ser tan bonita como la copia que venden en Once o en calle Perú.

5.
Yo no entendía por qué los jugadores son amonestados cuando se sacan la camiseta al festejar un gol. Alguien lo dijo en algún lado: las grandes marcas presionaron a los organizadores de los torneos profesionales de fútbol para evitar la rebeldía. Las fotos y tomas más cotizadas –justamente– muestran a los jugadores gritando un gol pero con la remera pegada al cuerpo, las marcas en primer plano, ventas aseguradas.

6.
Mis camisetas: cuatro de River de distintas épocas, Lazio de Italia, Milan de Italia, Valencia de España, selección de Escocia, selección de Uruguay, Chivas de México y Toluca de México. Ferro de Concordia y Patronato (una del apartado softbol comprada a dos pesos en una feria).

7.
No tengo ninguna camiseta del Barcelona, tan bella que es. Estamos viendo, domingo tras domingo, al mejor equipo de nuestras vidas. Todos nosotros moriremos sin volver a gozar algo similar. Una situación descomunal. Once sujetos haciendo pasar la pelota de un lado para el otro sin posibilidad alguna de descifrar el recorrido. Como toda magia, el Barcelona de Pep Guardiola es un verdadero misterio. Aunque las victorias por 4, 5 u 8 a 0 parezcan en algún punto, a esta altura, aburridos. Nada de eso.

8.
El 5 a 0 del Barcelona al Real Madrid del 29 de noviembre del 2010 fue uno de los partidos más gloriosos de los últimos tiempos. El valor está justamente en una nueva versión de un Madrid invicto, súperpoderoso, invencible. Hasta que se encontró con los nenes de Pep, con la selección española + Messi. “El Barcelona no ha cambiado su forma de jugar, lo hizo como siempre”, dijo Guardiola al finalizar el encuentro. Además dijo: “No somos el mejor equipo del mundo. Hay que tener humildad para que el tiempo decida qué fuimos en el fútbol. Ahora es fácil decir que somos mejores. El reto es terrible: abstraerse de los millones de elogios que recibiremos". En España le dicen “Qué baño” al baile blaugrana contra los merengues.

9.
Sergio “Checho” Batista, flamante DT de la Selección celeste y blanca dice: "Me gustaría que la selección juegue como Barcelona".

10.
En el año 1992 el mismo Barcelona dirigido por el maravilloso holandés Johan Cruyff, un verdadero educador del fútbol, sacó a pasear su fútbol por todo el planeta. Una orquesta llena de sorpresas. En el medio campo, justamente, jugaba un niño llamado Josep Guardiola. Casi 20 años después, ¡el mismo Pep inventó un equipo superador de aquél Dream Team del 92!

11.
Sí: Maradona también jugó en el Barcelona. Como Messi.


-Publicado en La Chancleta

Auto celeste [Julián Villarraza]



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