En las profundidas de la tierra uruguaya vivió 11 años Mauricio Rosencof, el poeta de las fantasías y de los espantos humanos. Una década en celdas de dos metros sumergidas en la profundidades de las cárceles.
Rosencof se la pasó recordando historias viejas, cuentos de amor, canciones de esperanzas. Imaginando poemas.
Junto al Ñato Fernández Huidobro, don Mauricio inventó una forma de comunicación mediante golpes en la pared. Un golpecito, dos, tres. La primera palabra que se dijeron fue "felicidades", cuando nacía un nuevo año, allá por los años setentistas de dictadura en el Uruguauy.
Mediante golpes, se contaron las historias de sus vidas, confesaron amores y tramaron revoluciones.
Nunca antes nadie había mostrado tanto amor propio. Ante los abismos de la muerte, aparecían los recuerdos que daban un poco más de vida.
Fundación de las palabras: Don Rosencof escribió la historia de amor La Margarita en hojas para cigarrillos que salían al exterior en las ropas que iba a ser lavadas por familiares de los presos:
-Bajó sus pétalos mi Margarita...
y deje en sus labios un beso aún latente...
Los versos fueron escritos con la punta de una birome que Mauricio intercambió por cartas de amor, escritas por él, a pedido de los guardias de la cárcel.
-La fantasía forma parte de la realidad. Un individuo sin fantasía es una vaca -comprobó ya en años de libertad.
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