90 minutos.
El juez cobra penal,
entonces comienza la batalla.
Los nenes de 15 años se agarran a trompadas.
Se pegan, se dan por los rostros, un poco se acarician.
Se rasguñan.
Nadie los puede parar.
Son pibes de River y de Boca jugando por jugar.
Patadas voladoras, entra el único cana
del estadio sin plateas ni populares.
Los familiares desesperan. Gritan.
La cámara de teve registra todo. De a poco
se separan. Todo concluye.
Los árbitros del match discuten, intercambian,
hablan, y deciden: todos afuera del campo de juego.
Hecho inédito.
Sólo dos quedan: el arquero bostero, el delantero gallina.
Nadie más que ellos dos.
La autoridad pita, carrera veloz, uno, dos, tres pasos;
ahí está, tira y es gol.
El pibito grita, se saca la casaca.
Festeja sólo.
Felicidad para unos;
tristeza para otros;
honor para ellos;
infamia para los otros.

1 comentario:

Toi Girondeana dijo...

Lindo poema Manolo, es buenisimo todo lo que podés decir a partir del fútbol, llega de otra manera a la habitual(mía).
Un abrazo